En
los últimos años se ha hecho mención mucho a lo que se refiere la agricultura
urbana como un medio de sustentabilidad económica familiar, sin embargo eso va
mucho más allá. Es importante primero, saber que la agricultura urbana no es
solo por la dificultad económica y política que vive Venezuela en los actuales
momentos, sino que se ha venido practicando desde tiempos incalculables. Se
dice incluso que los pueblos originarios del continente americano, abastecían
sus almacenes producto de esta.
Aunado
a esto, nuestros abuelos y padres también se forjaron en las bases de un buen y
productivo conuco familiar, lo que también podemos llamarlo como agricultura
urbana, simplemente el término urbana, viene de que dicha práctica agrícola
vegetal o incluso animal se desarrolla dentro de las poligonales urbanas de
cada ciudad. Ahora bien, puede esto contradecir lo que realizaban los pueblos
originarios, no del todo, dado que en esa época no existía la división político territorial que actualmente nos conforman como regiones, pero a su
vez, la ejecutaban dentro de sus zonas bajo dominio.
En
este sentido, es necesario que entendamos porque se dejó de desarrollar la
agricultura urbana como un medio de aprovechamiento de las áreas sin uso alguno
y porque ahora somos más dependientes de lo que digan las costosas campañas
publicitarias. Primero, sencillamente dejamos de producir en nuestros patios,
por la única razón de que nuestro país con la apertura petrolera se convirtió
en un país mono productor, por la cantidad de divisas que entran a las arcas
nacionales, es decir, tenemos como comprar sin el mayor esfuerzo. Y segundo,
toda nuestra población tiene acceso a los medios de comunicación, que siendo
pagados por el capital corporativo, nos inocula esa cultura parasitaria y
consumista poco sustentable en el tiempo, es allí uno de los motivos de la
actual crisis económica que estamos viviendo en Venezuela.
Cuando
analizamos solamente estos dos factores de mucha relevancia en el seno del
pueblo venezolano, podemos llegar a la conclusión que, nuestra cultura
trabajadora, colectiva y productiva, nos la transformaron por algo que
originalmente no somos y ahora estamos pagando con intereses nuestra falta de
conciencia. Con esta reflexión no quiero decir que, anteriormente no se
compraba ninguno de los artículos vegetales básicos en la dieta diaria, tampoco
quiero señalar que todo el mundo tenía o tiene que tener su área de producción
agrícola. Pero sí es necesario entender que, para llegar a ser un país soberano
en materia agroalimentaria, debemos ir olvidando los dogmas de la
producción agropecuaria extensiva. Por el contrario, la agricultura urbana es
quizás la única alternativa sustentable en el tiempo. También es oportuno decir
que, este proceso de desarrollo de una cultura agroecológica no se consolidará
en uno, dos o cinco años, en otras palabras, este debe ser a largo plazo y con
una visión integral.
Por
lo tanto, para hablar de la política pública entendiendo esta como el conjunto
de objetivos, decisiones y acciones que lleva a cabo el estado para solucionar
los problemas que en un momento determinado los ciudadanos pueden presentar. Por
otra parte, se debe tener claridad del tiempo y el espacio donde se proyecta la
ejecución o puesta en marcha de la misma, en vista de que, el inadecuado
estudio y análisis de las variables, pueden generar o van a generar un completo
fracaso.
En
Venezuela, están dadas las condiciones mínimas para implementar en todo el
territorio nacional una política pública sobre la agricultura urbana, contamos
con los espacios adecuados y el talento humano de gran calidad, sin embargo, no
es cuestión de una decisión gubernamental por salir de una coyuntura económica productiva
en específico, como lo es la soberanía agroalimentaria. Al contrario, se trata
es de romper un modelo dependiente de importación “economía de puerto” producto
del rentismo petrolero, así como, la campaña mediática que inutiliza la capacidad
creadora del ser humano llevándolo al consumismo, no menos importante, están
los mecanismos creadores y diseñadores de oficinas, sí esto hace mucho daño en
las políticas públicas, porque generalmente las personas encargadas de ello, no
conocen las realidades de la población ni las características edafoclimaticas
de las zonas proyectadas.
Después
de esto, como lo mencioné anteriormente debemos dejar los dogmas de la
agricultura tradicional, extensiva y depredadora, visualizar el entorno
productivo sobre la base de la preservación de principios fundamentales dentro
de este proceso, como lo son, el ambiente, la agroecología, la preservación de
nuestra semilla nacional, de calidad y sin modificaciones genéticas y algo quizás
de mayor importancia, es la organización del poder popular, con formación técnica,
política e ideológica, la conciencia de clase y el apoyo financiero a tiempo.
De
igual manera, para planificar la producción agrícola vegetal o animal en el escenario
urbano, es importante que se realicen diagnósticos objetivos y en el sitio de
ejecución, esto nos evitaría perdidas en el futuro. Tampoco se puede obligar a todos
los actores involucrados a producir el mismo rubro, lo ideal debe ser, de
acuerdo a las condiciones generadas por el tiempo y el espacio como variables
fundamentales, que cada emprendedor de
acuerdo a la necesidad real sustente su cultivo o cría de animales si es el
caso. Muchos verán esto como una limitante, pero solo imaginemos que en un
nuevo espacio comunitario, es decir, constituidos de 40 familias, todas
producen únicamente pepino, pero su capacidad y condiciones son favorables para
otras especies vegetales e incluso animales, estaríamos desaprovechando el
recurso como tal.
En
otras palabras, todo el proceso de diseño, formulación, ejecución y evaluación
de políticas públicas, enfocado a la agricultura urbana, debe ir de la mano de
las comunidades, porque son en ellas donde se pretende desarrollar. Es posible
que, para poder alcanzar un éxito adecuado se haga necesario todo este proceso
en sitios específicos, es decir, focalizados, puede ser por consejo comunal,
por comuna, por parroquia, por municipio, incluso por estado, pero muy bien
definido en las áreas de atención o producción. Después de esto, solo queda
establecer un conjunto de medidas necesarias, que permitan al ente
gubernamental evaluar los índices de productividad de cada proyecto, atender
las necesidades técnicas, como el suministros de insumos en el tiempo adecuado
y un mecanismo de distribución de los productos en los canales
correspondientes.
En
conclusión, no le tengamos miedo a la agricultura urbana, tampoco la veamos
como algo poco rentable, por el contrario, los venezolanos cada día debemos
sumarnos más al estudio y práctica de ella, con visión de futuro a largo plazo.
Es posible que, ese gran desarrollo que tanto deseamos esté profundamente
vinculado a este trabajo colectivo, que más que un proyecto de desarrollo
nacional, regional o local, debemos convertirlo en un proyecto de vida de cada
familia.
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